Una casa de 350 metros cuadrados en Canejan, en pleno Pirineo, que actualiza el concepto de borda tradicional para dotarlo de mayor funcionalidad y criterios sostenibles: así es esta vivienda, un sugerente refugio diseñado por los arquitectos Eduardo Cadaval y Clara Solà-Morales.
El objetivo de los arquitectos fue transformar una antigua borda en ruinas en una segunda residencia cómoda, contemporánea y funcional. Una vivienda pensada para compartir experiencias entre padres e hijos que, a su vez, preservara la respectiva intimidad de ambas familias.
Respetando la estructura original y mediante una intervención mínima, aunque contrastada, la propuesta de los arquitectos genera nuevos espacios adaptados a las necesidades actuales. Para ello, plantean dos viviendas independientes, una en cada planta, que conviven bajo una única cubierta rehabilitada.
El proyecto se elabora en base a las conexiones físicas entre estos dos viviendas. Sin embargo, las características típicas de la construcción autóctona (solidez, mínimas aperturas, oscuridad) negaban el espectacular entorno donde está construida: en lo alto de una montaña, con vistas a dos valles que se abren en sus dos únicas fachadas. Ahora, el techo está construido como un elemento continuo, casi escultórico, que resuelve el espacio interior, las necesidades de iluminación y las perspectivas al paisaje. La definición de la sección de la cubierta configura el carácter del espacio principal de la casa.
En el basamento de la casa se fuerza la apertura de una gran ventanal. Esta apertura centra la luz, las vistas y permite la iluminación natural de una sala de estar secundaria y del comedor de la planta primera. A una escala más humana, una ventana lineal continua garantiza impresionantes vistas sobre el valle, mientras que una ventana idéntica en la parte superior del techo permite ver la cumbre de la montaña.
El resto de estancias respiran el peso de la arquitectura tradicional, aunque están distribuidas y configuradas respondiendo a las nuevas realidades arquitectónicas. El proyecto es comprensivo de la arquitectura vernácula, respetando no sólo la cubierta, sino también las lógicas de su construcción, funcionamiento y estética. Además, el proyecto ha sido diseñado para ser sostenible.
Fotografías: Santiago Garcés
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Más sobre los arquitectos:
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Eduardo Cadaval y Clara Solà-Morales fundan Cadaval & Solà-Morales en 2003 en Nueva York, aunque en el años 2005 se trasladan a Barcelona y abren una oficina en la Ciudad de México. Su despacho ha obtenido múltiples premios a nivel internacional, entre otros: el prestigioso Premio Bauwelt (Munich 2009), el premio Jóvenes Arquitectos del Colegio de Arquitectos de Cataluña AJAC (Barcelona 2008), el Design Vanguard Award (Nueva York 2008) y la medalla de plata de la XI Bienal de Arquitectura Mexicana (México 2010).
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Han desarrollado y construido proyectos en España, México y Estados Unidos, y su trabajo ha sido publicado en la mayoría de medios especializados. En 2007, fueron considerados por Wallpaper como una de las 10 mejores oficinas jóvenes del mundo. En 2008, Architectural Record, la revista oficial del American Institute of Architects, los consideró una de las 10 oficinas más vanguardistas del panorama internacional. Ambos compaginan la práctica profesional con la docencia.
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Este reportaje ha sido realizado por Gemma Figueras, cuyo magazine on-line diarioDESIGN os recomiendo desde Interiores Minimalistas.